Zidane se movía con la prestancia de un torero. Cada gesto suyo era pura maestría y elegancia innata, él orquestaba el juego con fuego interior. Sus pases eran de una perfección pasmosa, como pinceladas https://barbarattvl559320.loginblogin.com/46523654/el-cabezazo-que-terminó-el-último-partido-de-zidane